Luego de ser capturado en la localidad de La Higuera en Bolivia, fué llevado a la escuelita de ese lugar, y permaneció allí como prisionero hasta que al día siguiente se dió la orden de que lo ejecutaran. Hay muchas historias relacionadas con esas horas que duró el comandante atado en esa escuelita, historias que confirman la calidad del hombre al que le arrebatarian la vida cobardemente. Cuando Félix Rodríguez, un cubano al servicio de La CIA entró a la escuelita y quiso hablar con el Ché, este atado de pies y manos, le escupió la cara y le dijo: “Yo no hablo con traidores” El comandante se mantuvo firme en sus ideas hasta el último momento, y según cuenta Julia Cortés, quien era la maestra de aquella escuelita, El Ché le dijo que él iba a reparar esa escuela y la dotaría de materiales, y que construiría caminos para llegar hasta allí más fácil; aún sabiendo que se iba a morir allí. Pero el comandante cumplió con su palabra, ya que después de su muerte, esa escuelita, al igual que todo el poblado de La Higuera, se convirtió en un lugar muy especial y de culto. Cuando el soldado Mario Terán entró a la escuelita con fusil en mano para cumplir con la orden de ejecutar al Ché, el comandante al verlo nervioso e indeciso, lo miró fijamente y replicó: “Póngase sereno y apunte bien, usted va a matar un hombre” Esas fueron sus últimas palabras. El Ché murió con los ojos abiertos y una sonrisa, como aquel que se va sabiendo que se queda, y enviándole al mundo el mensaje impregnado en su icónica frase… ¡Hasta la victoria siempre! Francisco Peralta. Navegación de entradas Llega a RD buque militar británico que estará en el puerto Sans Souci hasta el 10 de octubre Isidro Torres recuerda masacre y asesinato de los 5 jóvenes del Club Hèctor J Diaz